Las mujeres son importantes para Dios. Al estudiar las Escrituras es sorprendente descubrir las muchas historias en relación a mujeres importantes que Dios incluyó en su libro. El Señor dejó claro que las mujeres son importantes para él. Es bueno saber que otras mujeres, las mujeres de la Biblia ya recorrieron el camino antes de nosotras. Qué maravilloso es saber que ellas nos dejaron seguras indicaciones, instrucciones prácticas, sabios principios, ánimo y esperanza. Las mujeres presentadas en este material les ayudarán a enfrentar sus pruebas con la seguridad de que no está sola. Al estudiar la vida de esas prominentes mujeres, aprenderá que Dios llamó a las mujeres para desempañar un papel significativo en el hogar, la iglesia y la comunidad. De la misma manera se invita a cada mujer hoy, a cumplir el llamado de Dios para ser una bendición, en el hogar, en la iglesia y en la comunidad. Conocerá sus errores, sus éxitos y sus desafíos. Descubrirá las bendiciones que Dios les confió de acuerdo a la confianza que ellas depositaron en el Señor. En las historias de esas mujeres de la Biblia Dios tiene un mensaje para usted. Oramos para que este estudio la ayude a comprender que él la considera de gran valor. Que confíe en su llamado y que lo siga por la fe.
EVA SU NOMBRE SIGNIFICA
«Dadora de vida» o «Madre de todos los que tienen vida»
Su Carácter:
Vino al mundo en perfecta paz con su Dios y con su marido,
la única otra persona que habitaba el planeta. Vivió en el
paraíso, y todo placer imaginable le pertenecía. Nunca supo
el signifi cado de la vergüenza, el desacuerdo, el dolor, los
desvíos, la envidia, la amargura, el luto ni la culpa hasta que
escuchó a su enemigo y comenzó a dudar de Dios.
Su Dolor: Ser desterrada junto con su marido del paraíso y de la presencia
de Dios, y que su hijo mayor fuera un asesino, siendo la
víctima su segundo hijo.
Su Gozo: Haber gustado alguna vez del paraíso, y que Dios le prometiera
que su descendencia en el futuro destruiría a su
enemigo.
Escrituras Clave: Génesis 1:26–31; 2–4
SU HISTORIA
La mujer se despertó y se estiró; su piel era tersa y flexible como la de un recién
nacido. Primero un dedo, luego otro se movieron con suavidad al explorar
el suelo que la acunaba. Podía percibir cierta calidez que la llenaba y cosquilleaba
en su garganta al intentar salir, desbordando en el sonido fuerte y agradable
de la risa. Se sintió rodeada como si miles de alegrías y luego un toque la calmaran
sin disminuir su gozo.
Al abrir los ojos percibió un Resplandor; sus oídos oyeron una Voz. Y luego
una voz más pequeña, como en un eco de alborozada respuesta: «Esta sí es
hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se llamará “mujer” porque del hombre
fue sacada». Adán la abrazó, y la risa de ambos se encontró como arroyos
convergentes.
El hombre y la mujer caminaban desnudos, sin avergonzarse, en el paraíso.
Ninguna sombra se extendía sobre el Edén, ni desorden alguno ni discordia ni
temor.
Luego, un día, una serpiente le preguntó a la mujer: «¿Es verdad que Dios les
dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?... ¡No es cierto; no van a morir!
Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y
llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal».
La mujer escuchó. Recordó el Resplandor y la voz de Dios que la habían llenado
de gozo. ¿Podría verdaderamente ser como Dios? Muy presionada por ese
deseo, tomó la fruta y luego la compartió con su marido. De pronto la oscuridad
se extendió sobre el Edén. No venía de afuera sino de adentro, llenando al
hombre y a la mujer de sombras, ansias y sufrimiento. El orden cedió ante el
desorden, la armonía ante la discordia, la confianza ante el temor.
Muy pronto Adán y Eva escucharon el sonido de su Creador que caminaba en
el jardín y se escondieron. Dios llamó a Adán y le dijo:
—¿Dónde estás?
Adán le contestó:
—Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo.
Por eso me escondí.
El pecado había metido una cuña en el corazón de ellos, y Dios los expulsó
del Edén, pronunciando palabras de juicio primero sobre la astuta serpiente que
había tentado a la mujer, y luego sobre ella y su marido. A la maldición emitida
sobre la serpiente agregó la siguiente promesa: «Pondré enemistad entre tú y la
mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le
morderás el talón». A la mujer Dios le dijo: «Multiplicaré tus dolores en el parto,
y darás a luz a tus hijos con dolor. Desearás a tu marido, y él te dominará».
Entonces Dios advirtió a Adán que tendría una vida de penosos trabajos, y
que su fortaleza disminuiría hasta que el mismo polvo del que Dios lo había
formado envolviera finalmente su cuerpo. La maldición de la muerte cayó de
repente sobre el nuevo mundo.
De modo que el hombre y su esposa se vieron obligados a huir del paraíso, y
Adán le puso por nombre Eva, porque sería la madre de todos los vivientes. Pero
su primogénito, Caín, se convertiría en un asesino, y su segundo hijo, Abel, en
su víctima.
Al pasar los años, un sufrimiento siguió a otro dentro del corazón de la primera
mujer, y la última percepción que tenemos de ella nos lleva a imaginarla
no como una criatura llena de frescura que surge de la mano de Dios, sino como
una mujer en angustias que da a luz otro hijo. Su piel ahora se extiende como
pergamino gastado sobre sus miembros, sus manos se prenden como garras a un
suelo pedregoso, intentando encontrar algo a lo que se pueda aferrar, cualquier
cosa que alivie su dolor. Puede sentir al niño que lleva en su interior, que la llena, y nota que su cuerpo presiona en busca de una vía de escape. Las exclamaciones
de madre e hijo se unen como arroyos convergentes. Y nace Set.
Finalmente, al acunar a su hijo contra su pecho, el alivio comienza a esbozarse
en el rostro de Eva. Con el descanso, retorna su esperanza; se le dibuja una
sonrisa, y finalmente la risa brota de sus labios. Por más que lo intente, no puede
contener su gozo. Porque recuerda el Resplandor, la Voz y la promesa que Dios
le dio: Tarde o temprano, a pesar de muchos sufrimientos, su simiente aplastará
a la serpiente. Al final, la mujer vencerá.
LA PROMESA QUE RECIBE
LA PROMESA QUE RECIBE
Plantada en medio de la misma maldición que se pronuncia sobre Eva a causa de su pecado hay una promesa maravillosa. Dios le promete a ella y a las generaciones subsiguientes: «Darás a luz a tus hijos» (Génesis 3:16). La gracia y la misericordia de Dios se hacen evidentes de un modo asombroso incluso cuando emite su juicio. Promete que la raza humana continuará a la vez que anuncia que la muerte ahora será inevitable. A lo largo de las Escrituras, la gracia de Dios a menudo se hace evidente en toda su hermosura dentro de los juicios que emite. Cuando el mundo estaba tan lleno de pecado que tuvo que destruirlo, la gracia de Dios salvó a Noé y a su familia. Cuando los israelitas se rebelaron de manera tan absoluta que el cautiverio resultó inevitable, la gracia de Dios les prometió restauración. Mientras el juicio de Dios caía sobre David por el pecado cometido con Betsabé, la gracia de Dios les dio a Salomón como hijo y sucesor.Cuando estamos en nuestro punto más bajo, de rodillas ante el juicio de Dios, nunca olvidemos que su gracia aún obra. Y eso es verdaderamente asombroso.
TOMADO DEL LIBRO: "MUJERES DE LA BIBLIA" (Ann Spangler
Jean E. Syswerda)