A. W. Tozer: Un corazón para la adoración

A. W. TOZER:
UN CORAZÓN PARA
LA ADORACIÓN

Durante más de cuarenta y cuatro años, Aiden Wilson Tozer
trabajó con la Alianza Cristiana y Misionera. Su ministerio más
destacado radica en los treinta y un años que pasó con la Southside
Alliance Church de Chicago, a menudo considerada la ciudadela
del fundamentalismo. Sin embargo, su ministerio trascendió
los confines de una denominación, lo cual lo convirtió a él en
vocero para todo el cuerpo de Cristo. Sus libros y sus artículos
se leían con afán, y el público asistía con gran expectación a su
ministerio como orador. Raras veces defraudaba a quienes lo
conocían. Si el oyente buscaba el cristianismo formulario, Tozer
le decepcionaba. Si lo que le interesaba era lo que él llamaba «el
cristianismo para sentirse bien», le decepcionaba todavía más.

Durante su vida, Tozer ganó reputación por muchas cosas:
como crítico del panorama religioso, predicador de renombre,
editor de una destacada revista cristiana y autor de diversos clásicos
devocionales. No obstante, el verdadero meollo de su vida
cotidiana se centraba en la adoración a Dios. No había nada más
que ocupase su mente y su vida. Esa adoración a Dios no era un
añadido a una agenda apretada; se convirtió en la mayor pasión
de su vida. Todo giraba en torno a su adoración personal a Dios.

La adoración como estilo de vida

Tozer pagó un precio por su estilo de vida de adoración. Muchas
personas, incluso en su propia familia, no lo comprendían ni
asimilaban su insistencia en estar a solas. Algunos incluso lo
consideraban un tanto excéntrico; pero lo que otros pensaran de
él no le inquietaba lo más mínimo. Su objetivo primario era la
adoración a Dios. No había nada más importante que eso.
Para apreciar el ministerio de Tozer, usted debe entender
su pasión por la adoración. Si no es así, es probable que malentienda
no solo sus palabras, sino también sus actos. Él estaba
totalmente volcado en esta actividad solemne, a la que se dedicaba
con toda la pasión que tenía. Las ideas de Tozer sobre la
adoración se habían condensado en una certeza que dominaba
su vida y su ministerio. Tal como explicaba Tozer: «La adoración
consiste en sentir en su corazón y expresar de un modo adecuado
una sensación, humilde pero encantadora, de asombro,
admiración y sobrecogimiento, y de amor irrefrenable en presencia
del Misterio más antiguo, esa majestad a la que los filósofos
llaman la Causa Primera, pero a la que nosotros llamamos nuestro
Padre celestial».

Tozer marchaba al son de un tambor distinto, pero no por
ser simplemente un rebelde. Puede que eso tuviera un cierto peso
en su vida, pero el factor principal era su entrega absoluta a Jesucristo.
La familia, los amigos e incluso el ministerio tenían que
ocupar una segunda posición frente a este anhelo que él sentía.
Quizá su ensayo «El santo debe caminar solo» explique hasta
cierto punto su idea de lo que era la verdadera espiritualidad. Su
punto de referencia en la vida era la persona de Jesucristo, y haría
todo lo que estuviera en su mano para verlo con mayor claridad.
Toda su energía espiritual y toda su disciplina iban encaminadas
por esa singular vía. En consecuencia, y en cierta medida, era
una persona de trato difícil, no porque fuera exigente o irascible,
sino sencillamente porque estaba concentrado en Dios.
En ocasiones se sentaba a cenar con su familia, sobre todo
cuando sus hijos ya habían abandonado el hogar, y no pronunciaba
una sola palabra. No es que estuviera enfadado con
alguien; estaba centrado en Dios y no interrumpía esa concentración
ni siquiera para tener comunión con su familia o sus
amigos. Tozer no dedicaba mucho tiempo a pulir sus habilidades
para socializar, lo cual era, posiblemente, una debilidad flagrante
de su carácter. Sin embargo, realizar la obra que él creía
que Dios le había encomendado le exigía pasar mucho tiempo
alejado de otras personas y encerrado a solas con Dios.
Tozer cultivaba diariamente su capacidad de centrarse en el
Señor. Esto apaciguaba su corazón, y de esa calma nacía la adoración
y la alabanza para el Dios trino.

A menudo, durante una prédica, Tozer parecía preocupado.
No dejaba de meditar sobre algún aspecto de Dios. Una vez
afirmó que soñaba con Él; hasta tal punto sus pensamientos se
centraban en la Deidad. Aunque tenía bastantes conocimientos
sobre diversas materias, y poseía opiniones firmes sobre muchas
de ellas, al final de su vida Tozer definió aún más su relación
con Dios y dejó a un lado cualquier otro asunto que no fuera la
adoración.
Tozer compartió generosamente las lecciones que había
aprendido sobre la adoración con todos los que quisieran escucharlo.
Sus prédicas y sus escritos eran las declaraciones diáfanas
de lo que experimentaba en sus encuentros privados con Dios.
Al salir de su burbuja de oración, empapado de la fragancia de 
la Presencia divina, estaba ansioso por informar de todo lo que
había experimentado. 

Un mensaje para las generaciones

Pocos escritores llegan hasta la esencia de un tema con la misma
rapidez que Tozer. Rehuía las cosas triviales, concentrándose en
aquellos ingredientes importantes para el caminar con Dios del
creyente. En este libro, desnuda su alma sobre la adoración, la
máxima obsesión de su vida. Aunque son muchos los que han
escrito sobre este tema, creo que Tozer los supera a todos por
su enorme pasión y su propósito supremo. Después de leer este
libro, usted no solo comprenderá la adoración, sino que también
la experimentará en su propio ser.

A muchas personas les interesa el tema de la adoración, y
la mayoría de los libros sobre este se centra en la tecnología y
el desempeño de esta actividad. Este libro está profundamente
enraizado en la doctrina bíblica y en los escritos históricos que
se enfocan en la Presencia de Dios. Uno de los grandes aspectos
de esta obra es el modo en que Tozer combina las Escrituras con
los pensamientos de algunos de los grandes escritores devocionales
de la historia. Muchos los definen como místicos, y Tozer
es el responsable de haber presentado estos grandes santos a los
protestantes y a los evangélicos. El libro está bien sustentado por
los pensamientos de esos grandes santos del pasado y por sus
escritos inspirados por el Espíritu.

A lo largo de su dilatado ministerio, Tozer jamás se involucró
en cuestiones sociales o políticas. No es que no tuviera una
opinión sobre esos temas, porque sí la tenía. Estaba convencido
de que su responsabilidad estribaba en aferrarse a las grandes
cuestiones esenciales de la vida. Por eso sus escritos son hoy tan
frescos y relevantes como cuando se publicaron por primera
vez. Él creía que algunas cosas no cambian jamás, independientemente
de la generación. Se aferró a esos aspectos fundamentales;
y usted puede respaldar lo que dice Tozer o aborrecerlo.

Mientras otros ministerios se involucraban en temas políticos,
Tozer se contentó con predicar a Dios.
En este libro sobre la adoración, el propósito de Tozer es
doble: manifestar sus pensamientos sobre un tema muy cercano
a su corazón e inspirar a otros para que cultiven un espíritu
adorador en la vida cotidiana. Tozer echa un cimiento sólido, y
cuando una persona haya leído este libro, podrá desarrollar un
estilo de vida de adoración que domine su existencia. Nadie que
lea este libro de principio a fin será igual que antes, sobre todo
en lo relativo a su adoración personal de Dios.
A menudo, cuando estaba con ánimo reflexivo, Tozer confiaba
a un amigo: «Mi ambición es amar a Dios más que cualquier
otro de mi generación». Sin que importe lo que quería decir
con eso, es evidente que sentía una pasión por Dios que controlaba
toda su vida. Existen evidencias que sugieren que alcanzó
este objetivo mucho más de lo que él imaginaba.
El primer libro que escribió que llamó la atención del público
cristiano fue La búsqueda de Dios. El último fue El conocimiento del
Santo. Tozer vivió entre esos dos libros. Vivió una vida de adoración,
y no había nada más que le importase. Sacrificó a su familia,
a sus amigos y su reputación en su búsqueda de Dios.
La crítica que hizo Tozer del entretenimiento dentro de la
Iglesia le granjeó muchos enemigos. En ocasiones, su extrema
consideración de la adoración lo llevaba a criticar sin piedad. La
adoración debía ser pura, y las cosas de este mundo no podían
mancillarla. Desde su punto de vista, adoración y mundo eran
conceptos opuestos.  En especial, se mostraba
inconmovible sobre los métodos evangelísticos modernos que
muchos defendían. Consideraba que rebajaban los estándares
de la Iglesia, y era enemigo acérrimo de ellos.

En ocasiones sus comentarios son duros, motivados por su
profundo amor por la Iglesia y la comunión del pueblo de Dios.
No soportaba la idea de que se rebajase el mensaje o el espíritu
del cristianismo neotestamentario. Creía firmemente que la Iglesia
de Jesucristo tenía un mensaje viable para el mundo, y quería
hacer lo posible para que ese mensaje no se mezclase ni diluyese.
Los tiempos difíciles requieren medidas extremas, y Tozer sentía
que la Iglesia se estaba alejando de esas medidas, adaptándose al
mundo que la rodeaba.
Describió acertadamente su filosofía al afirmar: «Creo que
todo está mal hasta que Dios lo endereza». Ese fue su punto de
partida y, desde él, proclamó la libertad por medio del Señor
Jesucristo.

El legado espiritual de Tozer

El legado de Tozer se encuadra en el área de la majestad de Dios.
Hiciera lo que hiciese, su deseo supremo era exaltar al Señor
Jesucristo con la mayor sencillez posible. Intentó exponer a su
generación la importancia de ciertas virtudes, como la sencillez
y la soledad, y llamar la atención de los jóvenes predicadores
—sobre los que tenía una gran influencia— para apartarlos del
fingimiento, la hipocresía y toda infiltración mundana en la
política de la Iglesia. Tozer recomendaba pasar un tiempo a solas
con la Biblia y con un himnario. Su intimidad con Dios hizo que
su ministerio fuera lo que fue y que aún hoy se recuerde.
Abogaba por una vida de sacrificio,
negación de uno mismo y servicio a Cristo.

Durante su vida, Tozer fue ampliamente reconocido como
vocero de Dios. Su perspicacia en cuestiones espirituales era
penetrante y precisa. Muchos lo leían, pero pocos lo seguían.
Quienes se atrevieron a hacerlo descubrieron, para su deleite,
realidades espirituales que sobrepasaban a todo lo que pudiera
ofrecer este mundo. Una vez experimentadas, es difícil regresar
al hastío religioso del cristiano medio.
Habitualmente, Tozer dirigía su ministerio al cristiano normal.
Los cristianos de a pie, sentados en sus bancos, podían
comprender su mensaje, pero al cristiano medio, que se deleitaba
en la mediocridad, no le gustaban sus declaraciones y su ardor
espiritual. 
Para Tozer la doctrina correcta no era suficiente. Le encantaba
decir: «Usted puede ser teológicamente tan recto como un
cañón de escopeta, pero estar espiritualmente tan vacío como
él». Su énfasis recayó siempre en una relación personal con
Dios; una relación tan real, tan personal y tan irrefrenable que
cautivase por completo la atención de una persona. Anhelaba
lo que él definía como un alma consciente de Dios, un corazón
ardiente para Él.
La falta de espiritualidad entre los hombres y las mujeres
modernos es vergonzosamente flagrante. Tozer atacó una de las
causas primordiales. «Estoy convencido —dijo— de que la escasez
de grandes santos en nuestra época, incluso entre aquellos
que creen de verdad en Cristo, se debe en parte a nuestra falta de
disposición para dedicar tiempo suficiente a cultivar el conocimiento
de Dios». Luego pasó a ampliar esta idea. «Nuestras actividades
religiosas deberían ordenarse de tal modo que dejaran
mucho tiempo para cultivar los frutos de la soledad y el silencio».
Hubo momentos en que nadie compartió la opinión de Tozer
sobre determinados temas, pero eso no le intimidó en absoluto.
Nunca se preocupó por saber quién estaba con él o no; lo que le
interesaba era la verdad. Era valiente en su crítica, lo cual le granjeaba
enemigos con bastante rapidez. Una vez criticó una traducción
de la Biblia muy popular: «Al leer esta nueva traducción,
me embargó la misma sensación que podría tener un hombre si
intentara afeitarse con un plátano».

El énfasis primordial del ministerio de Tozer como predicador
y escritor recayó en este área de la adoración. Para él,
la adoración es la ocupación del cristiano a tiempo completo.
No podemos permitir que nada interfiera o reduzca este deber
sagrado del creyente. Según Tozer, todo aquello que no fluya de
forma natural, o espontáneamente, de nuestra adoración, no es
genuino y a las malas es fingido. A Dios sólo debemos ofrecerle
obras trabajadas de oro y de plata.
Tozer, que prácticamente fue una voz aislada en su generación,
subrayaba la necesidad de una reforma drástica de la adoración,
tanto personalmente como en la congregación, y afirmaba
que nuestras ideas sobre ella debían estar en perfecta armonía
con la Palabra de Dios revelada.Esta era una actitud bastante propia del mismo Tozer.

James Snyder

Tomado del libro: "Diseñados para adorar" A.W Tozer