Meditaciones del libro Nehemías-Walter T. Bevan




Lectura Bíblica: Nehemías 8:9-12

“Los resultados de la predicación” 

No sabemos cuáles fueron las porciones leídas, pero los corazones fueron tocados y corrían las lagrimas. No escucharon con indiferencia; la verdad fue aplicada al corazón y las consecuencias fueron despertadas. Lloraron, pero no deberían seguir llorando, por lo tanto son exhortados a regocijarse en Dios quien puede cambiar nuestro lloro en alegría. Es día santo. Era la fiesta de las trompetas y los predicadores ahora tienen que adaptar su mensaje y exhortaciones para producir la
consolación y el gozo del Señor en sus oyentes.

Nos hace ver otro resultado de la predicación: “El pueblo tenia gran gozo”. La verdad de Dios produce emociones mezcladas en el alma. El lloro al pensar en nuestros pecados y el gozo al pensar en la gran salvación y el perdón. El espíritu gozoso es aquel que se olvida de sí mismo al contemplar su Dios.

Nuestra meditación de Él es dulce. “El gozo de Jehová es nuestra fortaleza”. No trata aquí del gozo de Dios en su pueblo, sino del gozo del pueblo en su Dios y tal gozo es basado sobre la confianza en el Señor. El verdadero gozo se encuentra en comunión con Dios que es la fuente de todo gozo. Este gozo será perdurable, porque es de Dios, Pablo dijo: “Gozaos en el Señor siempre”; es pues, un deber apostólico. Falta de gozo muchas veces es debido a una fe deficiente ¿Podré de Él sostenerme?, y andamos llenos de dudas. Dice: “El gozo de Jehová es nuestra fortaleza”. Gozo inspira fuerza; es un tónico. No haremos mucho con el ánimo siempre triste y abatido. Corazones llenos del gozo del Señor serán también muchos brazos fuertes para la obra. Vemos luego a un pueblo que suministra a los demás de sus cosas. Debemos compartir nuestro gozo; lo que nos ha sido dado es para compartir con otros y es la manera de aumentarlo.

Walter T. Bevan
Revista MEDITACIONES Devocional Bíblico Diario (Edición 1983)








Lectura Bíblica: Nehemías 8:5-9 


El método del predicador. 


Miremos a este gran escriba con el rollo precioso en su mano, parado sobre una plataforma a fin de que todos pudieran verle. “Primeramente consiguió captar la atención del pueblo”. No es un gran provecho leer la palabra a una congregación que no responde, ni presta atención debidamente. Tomó la precaución que todos podrían ver y oírle. Comenzó por bendecir al Señor. Se dio cuenta de la solemnidad de la ocasión; de la majestad de Dios y de la grandeza de su mensaje. 

Leyó en el libro de Dios claramente. No hay el debido ejercicio hoy día acerca de la lectura pública de la palabra; o es leída perezosamente y en tono monótono; o al galope; o como si tuviera un caramelo en la boca; o a tropiezos y mal pronunciada. La lectura pública con voz clara y entonación correcta, con el énfasis debido, es siempre atrayente. Ponía el sentido, no fue mecánico y sin alma. El pueblo entendía la lectura. Tenía tres personas con él y además otros trece levitas aparentemente distribuidos entre la congregación para repetir y explicar en caso de necesidad. 

Enseño únicamente la palabra de Dios. La Biblia es la base fundamental de todo verdadero avivamiento. Los creyentes necesitan instrucción y por esto hace falta reuniones públicas de ministerio. Por el último capítulo de Nehemías vemos que la gente se había metido bastante en las cosas del mundo y no hay nada como esto para debilitar el poder de entender la palabra de Dios. 
La manera de hacerlos volver a Dios será por la fiel exposición de la Palabra de Dios. Tal fue la obligación de Esdras y sus ayudantes y tal es nuestra. Explicar la palabra; hacerla clara y no sólo para fines intelectuales, sino como en aquella multitud en la plaza aquella mañana calurosa, movidos al arrepentimiento a fin de luego experimentar el gozo del Señor.

Walter T. Bevan
Revista MEDITACIONES Devocional Bíblico Diario (Edición 1983)





Lectura Bíblica: Nehemías 8:5-9 


Los congregados. 


Fue un número grande: todo el pueblo. “Hombre y Mujeres y todos los niños que tenían inteligencia para escuchar” (V.M). Tenían hambre de la Palabra de Dios. Fue un pueblo unido. “Como un solo hombre”. Los que esperan así no serán defraudados. Es bueno cuando el Pueblo de Dios desea conocer su voluntad a fin de obedecerla. 

Fue un pueblo atento. “Desde el alba hasta el medio día”. Tenían mas interés en el libro que en el predicador, buscaban el mensaje y no al hombre. ¡Qué escena preciosa! El sol se asomó aquel día y brilló sobre un gran concurso en la plaza, deseoso de oír la palabra de Dios. Todos fueron solemnizados por el mensaje. Necesitamos tal atención hoy día porque mucho vienen a las reuniones a criticar al mensajero y su mensaje, en cuanto a escuchar por la mitad de un día: ¡Que esperanza! Se aburren en diez minutos. 

Fue un pueblo reverente. Esdras abrió el libro delante de todo el pueblo y “el pueblo se puso de pie” (V.M.). Fue un símbolo de respeto y obediente atención. No faltan aquellos que lo llaman “bibliolatría”, pero no es que adoramos el libro, sino que reconocemos que el Autor de ellos es el todo sabio y todo suficiente Dios quien nos ha dado el libro para guiarnos. 

Fue un pueblo respondedor. “todo el pueblo respondió: Amén, Amén”. El Señor estaba obrando en sus almas y le dieron a él la alabanza y adoración que le correspondía. No fue como esos “estudios bíblicos” cuando unos cuantos se reúnen para discutir y argüir y en los cuales se manifiesta bastante de la carne. Se sometieron a la palabra; no había nada de liviandad; dieron a la palabra su debido lugar. Aprendamos, pues, de aquella multitud sobre sus rostros esperando, bendiciones y alabando a Dios por su Palabra.


Walter T. Bevan
Revista MEDITACIONES Devocional Bíblico Diario (Edición 1983)