Porción del libro: "Dones conflictivos" Horacio Alonso



Dios no ha cambiado su método. El Evangelio tiene que ser presentado en el espíritu del Evangelio; tiene que ser un mensaje saturado del amor de Dios; pero esto no nos autoriza a ofrecer un mensaje almibarado y liviano.
La cruz verdadera libera al pecador, pero ata el pecado. Si no se predica una cruz que mata al pecado y que mortifica al ego, tendremos cristianos sin fibra y la levadura se introducirá en la Iglesia.
Hay el peligro de presentar una predicación que no mencione al pecado, para ser un Evangelio aceptable a la gente. En ese caso no hiere, ni preocupa, ni examina, tampoco trae luz, ni arrepentimiento, ni perdón, ni vida. Estos son peligros que siempre la iglesia de Cristo ha enfrentado.
La tendencia de tratar los temas prácticos quita vigor al mensaje. ¿Por qué? Porque en ése caso el hombre sigue en el mundo de las cosas, sigue en el mundo de los sentidos, sigue pensando en lo que está debajo del sol. El hombre sigue creyendo que su propio criterio es suficiente.

Nuestra responsabilidad como predicadores no consiste en defender a la Biblia, sino en establecer su autoridad. La autoridad de la Palabra de Dios es tal que ella saca al hombre del mundo de los sentidos; saca al hombre de la atmósfera moral o inmoral, en que vive, y lo traslada al mundo de las ideas de Dios.
La norma del pastor ideal de Dios es aquel que se embarca en un ministerio didáctico, otorgando a los santos una predicación expositiva, dándoles a ellos el rico alimento de la Palabra. (...)

Siempre se trata de un retornar a la Biblia. Se trata de predicar enseñando. Si el énfasis supremo lo tiene la cruz; si el énfasis se pone en la predicación expositiva del texto bíblico ¿Queda alguna duda de que Dios volvería a abrir las ventanas de los cielos? ¿Queda alguna duda de que volveríamos a los tiempos de refrigerio de la presencia de Dios? (Hechos 3:19).
No predicamos para hacer números. Lo que debe guiarnos no es ni siquiera el éxito momentáneo. La preocupación única debe ser enseñar la verdad de Dios.
El objetivo no es dar un mensaje práctico. El verdadero "test" no debe ser si el mensaje es práctico, sino si es verdadero. Si es verdadero, si enseña la verdad de Dios, será práctico. El único test es la verdad y no el éxito aparente. (...)


Del libro: "Dones conflictivos" Horacio Alonso