Examinadlo todo, retened lo bueno.



Examinadlo todo; retened lo bueno.
1 TESALONICENSES 5:21

Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son
de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
l°JUAN 4:1

Quiero compartir con usted un pequeño tesoro espiritual que
Dios me dio hace unos años, y que me sirve para descubrir si
una doctrina procede de Él o no; si una bendición que recibo,
una experiencia emocional que pueda tener, un milagro que
crea haber visto, o cualquier otra cosa, proceden de Dios. Por
supuesto, algunos cristianos no pueden aprovecharse de esto
por la sencilla razón de que son estáticos. No han tenido experiencias
nuevas, ni tendrán ninguna si pueden evitarlo. Están
satisfechos de batir con fuerza sus alas y zumbar a poca altura.
Pero usted, que busca a Dios, usted, que se preocupa e inquieta
por su vida espiritual, lo que sigue es para usted.
Algunas personas están atribuladas en sus vidas espirituales.
Leen la Biblia, pero no les ayuda. No parecen capaces de
encontrarse a sí mismos. Están dispuestos a escuchar a quien
sea, y eso es un peligro. No me gusta ver a nadie demasiado 
dispuesto a aceptar las cosas. Me gusta que hagan lo mismo que
los habitantes de Berea: examinar las Escrituras para ver si tales
cosas son ciertas (véase Hch. 17:11).
Algunas personas son inquietas y buscan las novedades. Se
dedican a escuchar a todo el mundo dando conferencias, charlas,
mensajes. Eso está bien; la radio es un buen medio de comunicación.
Pero usted debe usar la mente y el corazón. El mero
hecho de que una persona hable rápido y parezca piadosa no significa
nada. El diablo puede presentarse como ángel de luz. Por
lo tanto, usted debe aprender a distinguir entre un ángel de luz y
un ángel de Dios. Tiene que aprender a distinguir entre la verdad
y la verdad aparente.
Hay algunos que están dispuestos a aceptar una nueva doctrina
y a buscar nuevas experiencias si alguien se les acerca y les
demuestra que tiene una. Y siempre están aquellos que se sienten
estimulados por los milagros. Yo nunca he sido de ésos. He visto
a Dios hacer algunos milagros, pero a mí los milagros nunca me
han convencido mucho. Si no han creído a Moisés, a los profetas,
a los apóstoles y a nuestro Señor, tampoco creerían aunque
un hombre se levantase de entre los muertos. Los milagros son
pruebas secundarias de cualquier cosa, y sin embargo a algunas
personas los afectan tremendamente; y si alguien se presenta y
tiene la capacidad de hacer un milagro, creerán lo que sea.
Quiero darle una norma para ayudarle en este sentido: consiste
en analizar «la novedad» planteándome cómo afecta a
mi relación con Dios, con Cristo, con las Escrituras, conmigo
mismo, con el mundo y con el pecado.

LA ACTITUD HACIA DIOS
Suponga que usted escucha una nueva doctrina que le ha transmitido
un individuo sudoroso que habla de forma altisonante. 
Muy bien, él tiene su doctrina, pero, ¿qué hace esa doctrina por Dios? ¿Lo
engrandece o lo empequeñece? ¿Hace a Dios necesario o menos
necesario? ¿Coloca a Dios donde le pertenece? ¿Le glorifica, me
humilla y me muestra lo pequeño que soy y lo grande que es Dios?
¿O bien esconde a Dios, poniendo un velo entre Él y nosotros?
Todo aquello que haga que Dios sea menos importante,
maravilloso, glorioso o poderoso no es de Dios. El propósito de
Dios en la redención, al enviarnos las Escrituras y al redimir a la
humanidad, es ser glorificado entre los seres humanos. La gloria
de Dios es la salud del universo. Siempre que Dios no es glorificado,
esa parte del universo está enferma.
El infierno está enfermo porque allí no se glorifica a Dios.
El cielo disfruta de una salud gloriosa porque allí se glorifica a
Dios. La Tierra está entre la salud y la enfermedad, porque solo
algunos glorifican a Dios y el resto no. La gloria de Dios es la
salud del universo; y el sonido de los himnos de alabanza al Dios
todopoderoso es la música de las esferas. Por consiguiente, toda
doctrina, cualquier fase o énfasis de doctrina; toda experiencia
que me parezca tener; todo milagro que me parezca haber visto;
si no engrandece a Dios, manteniendo su lugar privilegiado, y
haciendo que sea indispensable y maravilloso, entonces déjelo
a un lado diciendo: «No tendré nada que ver con cualquier cosa
que le reste importancia a Dios».

LA ACTITUD HACIA CRISTO

¿Cómo afecta esta nueva doctrina a nuestra relación con Cristo y
a nuestra actitud hacia Él? Como Cristo es quien es y lo que es,
es indispensable. Él es y siempre será necesario hasta el punto
de ser indispensable para nosotros. Toda enseñanza, toda experiencia,
toda comunión, toda actividad que haga a Cristo menos
necesario para nosotros no puede ser de Dios.
Pongamos, por ejemplo, que usted se ha acercado al altar.
Ha orado, ha sido bendecido, ha escuchado enseñanzas dadas
por hombres que respiran igual que yo. El hecho de que el Dr.
Fulano de Tal lo diga no significa que sea cierto. El hecho de
que lo haya dicho yo, tampoco. El hecho de que sus maestros
de la Biblia lo digan no hace que sea verdad. Podemos equivocarnos.
Usted tiene que probarnos, a nosotros y a cualquier otra
persona, y escudriñar las Escrituras.
Nuestra enseñanza, ¿ha hecho que Cristo sea más grande,
importante, dulce e indispensablemente hermoso de lo que era
antes? Si es así, tiene un motivo poderoso para creer que el mensaje
provenía de Dios. Si ha mermado su gloria, si usted se ha
apegado a los hombres, entonces la enseñanza que ha recibido
es mala o, al menos, se la han transmitido de una manera incorrecta.
Jesucristo es absolutamente necesario. Es el imperativo
divino, es aquel sin el cual no podemos vivir. Debemos tenerle, y
estar en Él, y Él en nosotros. Si la doctrina es de Dios, su dependencia
de Dios y de Cristo aumentará, y Cristo será cada vez más
dulce y maravilloso.
No quiero decir que será más dulce a medida que pasen los
años. Eso lo dice uno de nuestros cánticos, pero no me lo creo
la mitad de las veces que lo oigo. El mismo diácono anciano
que canta «Más dulce cuando pasan los años» cada mañana de
segundo domingo del mes, durante veinte años, es la misma persona
agria, enfurruñada y tozuda que ha sido siempre, pero un
poco más vieja, nada más. No cantemos lo que no sentimos. Prefiero
quedarme sentado en silencio y no decir ni siquiera «amén»
que mentir a Dios y a mis hermanos. Pero si Él es más glorioso
cada día que pasa, no hay mal alguno en proclamarlo; y creo que
es bueno decirlo bien claro.
Jesucristo, nuestro Señor, es indispensable; está por encima
de todo; y toda experiencia, cualquier interpretación de las 
Escrituras que no le engrandezca, le haga magnífico y maravilloso,
no viene de Dios. Porque Dios quiere glorificar a su Hijo, y
el Hijo glorificar al Padre, y el Espíritu Santo glorificar a ambos.
Por lo tanto, todo aquello que pretenda venir de Dios, incluso
un arcángel con alas de doce metros y reluciente como un panel
de neón que baje del cielo para decirme que acaba de ver un
milagro y quiere que le acompañe, tendría que darme capítulo y
versículo. Querría estar seguro de que venía de Dios. No pienso
correr detrás de ningún fuego fatuo.
A mucha gente le molesto. Se preguntan por qué no me
entusiasmo con ellos cuando vienen contándome historias. No
pienso entusiasmarme con un hombre que respira igual que
yo. Éste es mi libro, la Biblia; aquí están mis dos rodillas, y aún
puedo flexionarlas. Cuando sea tan anciano y reumático que no
pueda doblarlas, oraré de pie. El Dios Todopoderoso escucha
orar a su pueblo, y yo tengo línea abierta con ÉL Cuando la gente
me dice que el Señor les ha dicho que me comuniquen algo, les
digo: «Tengo línea directa con Dios. ¿Por qué no me lo ha dicho
Él?». Rechazo lo que digan a menos que magnifique a Dios y
hermosee a Jesucristo; entonces sí le prestaré atención. Pero eso
no sucede con demasiada frecuencia.

LA ACTITUD HACIA LAS ESCRITURAS

¿Cómo afecta esta nueva experiencia, esta nueva interpretación,
este nuevo predicador o este énfasis novedoso a nuestra actitud y
a nuestra relación con las Escrituras? ¿Son más o menos preciosas
para nosotros?
Una vez vino a verme una mujer que me dijo: «Sr. Tozer, me
gustaría hacerle una pregunta. Estoy preocupada».
Le pregunté: «¿Cuál es el problema?».
Me dijo: «Nuestro pastor ha estado avanzando en las cosas de
Dios, y ha llegado tan lejos que ahora nos dice que Dios le ha dado
nuevas revelaciones que no están en las Escrituras. Además, quiere
que apartemos nuestras mentes de todo lo que hemos aprendido y
le sigamos, y dice que si no lo hacemos estaremos pecando».
Le dije de una forma amable y académica que le dijera al pastor
que se fuera a paseo, y que ella volviera a la Palabra de Dios.
Ningún hombre me convencerá para que le siga a menos que respete
las Escrituras. Éste es el Libro, el Libro de la ley y del testimonio.
Si no hablan de acuerdo con la ley, es porque la verdad
no mora en ellos. Quien tenga el sueño, que lo cuente, pero el que
tenga la Palabra, que la transmita con fidelidad. Usted siempre
podrá confrontarlo todo con la Palabra.
Si esta nueva experiencia no le hace leer más la Palabra, no
viene de Dios. Si no le hace meditar más en la verdad, no es de
Dios. Me da lo mismo lo bien que se sienta usted. Aunque se sienta
tan a gusto que parezca nuevo de trinca, como solía decir la canción
de los campamentos, no está siendo bendecido por Dios.
Alguien podría preguntar: «¿Es posible tener una experiencia
emocional que no provenga de Dios?». Yo diría que sí. Es totalmente
posible tener experiencias emocionales que no vengan de
Dios. Pero creo que las experiencias genuinas poseen una connotación
emocional, motivo por el cual no tengo objeción alguna a
las emociones. Creo que el pueblo del Señor debería ser el más feliz
y radiante de este mundo, y creo que no debería dudar en proclamar
su mensaje y decir «amén» cuando se sientan motivados. Si
no, es un mero hábito, es leña seca. Por lo tanto, pregúntese: ¿cómo
afectan estas experiencias a mi actitud sobre las Escrituras?

LA ACTITUD HACIA MÍ MISMO

Entonces, ¿cómo afecta eso nuevo a nuestra actitud hacia nosotros
mismos? Todo lo que proviene de Dios reduce el ego y glorifica
al Señor. Todo lo que procede de Dios nos humilla. Todo lo que
viene de Él hace que la carne sea intolerable. Pero si procede de
la carne, nos halaga y nos hace sentirnos superiores; nos hace
mirar a otros cristianos por encima del hombro.
¿Ha conocido alguna vez a cristianos cuya nariz está 45
grados por encima del horizonte? Sonríen desde sus alturas
imperiales y dicen: «Es que usted no me entiende. Ore sobre el
tema»; y se alejan con una pose propia de san Francisco. Pero
lo único que tienen es un caso grave de orgullo. Se trata de un
orgullo enfermizo, canceroso. No, todo lo que procede de Dios
nos humilla. Si viene de Dios, hace que usted aprecie más a sus
hermanos y hermanas en Cristo. Además, le hace apreciar hasta
al cristiano más humilde y más pobre de toda la congregación,
y le incita a amarle.
El ego se infla, le hace mirar despectivamente a otros, compadecerles
y sonreírles como si no estuvieran a su altura. Nunca
se coloque en un pedestal. En usted no habita nada bueno. Me
da lo mismo quién sea usted, cuántos títulos tenga o cualquier
cosa que pueda decir o que otros hayan dicho de usted. Toda
experiencia que viene de Dios, toda doctrina que procede de
Él, humilla mi carne y hace que me postre ante su presencia;
engrandece a Dios y me empequeñece a mí.

LA ACTITUD HACIA EL PECADO

Por último, ¿de qué manera afecta esa nueva interpretación de
las Escrituras, esa nueva experiencia o esa nueva enseñanza a
nuestra actitud hacia el pecado y nuestra relación con él? Si es de Dios,
hará que el pecado le resulte intolerable.
Cuanto más me acerco a Dios, más intolerable me resulta el
pecado. Sin embargo, he escuchado a personas que han tenido
una experiencia espiritual, que decían: «Para mí, el pecado ya no
es pecado. Dios me ha santificado. No puedo pecar y, por lo tanto,
puedo hacer esas cosas que, de hacerlas otros, serían pecado».
No cabe duda de que el diablo se metió en aquel individuo
que empezó a enseñar esa doctrina. El pecado es pecado, da igual
quién lo practique. Y si Dios enviará al infierno a un pecador por
cometer pecados, ¡cuánto más los hijos de Dios deberán abstenerse
de esa práctica! Hermanos, debemos ser salvos del pecado.
Aunque no soy de los que creen en lo que algunos llamarían
«perfección cristiana», creo que existe la purificación del pecado,
y caminar en el Espíritu, y no satisfacer los deseos de la carne. Y
creo que todo cristiano tiene derecho a acercarse a Dios y pedirle
que Él le santifique, alejándole del pecado. Por supuesto, puede
tropezar. Si tropieza, existe un botiquín de primeros auxilios.
«Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis». Ésta
es la voluntad de Dios, número uno. «Y si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo» (1 Jn.
2:1). Éste es el botiquín de primeros auxilios. El Señor no permite
que mueran sus hijos que tropiezan. Los levanta, les quita
el polvo, venda sus heridas y los pone en el camino correcto.
Si pecamos, hay liberación, pero saber esto no debería inducirnos
a pecar. Si hacemos provisión para el pecado mañana,
mañana pecaremos. Pero si nos arrodillamos y decimos «Señor,
en mí no hay nada bueno, pero creo que tú eres mi guardador,
mi santificador, y que me mantendrás alejado del pecado», Dios
nos mantendrá lejos de éste.
Éstas son las siete pruebas para descubrir si una experiencia,
una enseñanza o un milagro son de Dios. Le exhorto a seguir
adelante y someterlo todo a prueba. Si Dios ha hecho algo por
usted, déle las gracias de todo corazón, y busque las cosas de
arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. El lugar
allá en lo alto es mejor que cualquier lugar aquí abajo. Y en 
este ancho mundo no hay nada que sea tan maravilloso como
cuando miramos su rostro y le vemos como Él es. Si hablar con
Él aquí es maravilloso, ¡cuánto más lo será hablar con Él sin que
medie ningún velo.

Del Libro: "Fe Auténtica" A.W. Tozer