TENGA CELO POR JESUCRISTO


Una persona celosa es aquella que es apasionadamente partidaria de otra persona o causa. Habla de su obsesión con cualquiera que esté dispuesto a escuchar. Su vida gira en torno a este eje. Los zelotes, en cambio, son diferentes, ellos no encajan en el molde común. Marchan al repique de otro tambor. Hay gente que piensa que están desquiciados, pero eso no los disuade, puesto que permanecen indiferentes a los elogios o acusaciones de los demás. (Las palabras "celoso" y "zelote" son muy parecidas en inglés, existe un juego de palabras aquí - N del T) ¿Qué hace de un cristiano una persona celosa? De pronto, dos grandes verdades se descubren en su alma. Se siente abrumado por saber que Aquel que murió en la cruz del Calvario era el mismo Dios, el Creador del cielo y de la tierra. Además de esto, se suma otra conmovedora revelación que lo atrapa, y es el hecho de que el Hijo de Dios murió por él, un pecador. La vida ya no volverá a ser igual. Entonces, se dice: Tuve una visión, y ya no puedo vivir para mí mismo. La vida vale menos que la nada, a menos que dé todo de mí. El Señor Jesús era una persona celosa. Como vimos en capítulos anteriores, se llenó de celo santo cuando vio cómo los cambistas profanaban los atrios del Templo.

W. Mackintosh Mackay nos da detalles acerca del celo del Salvador: El era tan celoso de su obra que a menudo no tenía tiempo ni para comer. Una vez su madre y sus seguidores quisieron llevarlo a su casa porque pensaron que se estaba "pasado de rosca," e incluso dijeron, "Está fuera de sí." Pero en realidad era Jesús el que estaba cuerdo, y no tanto sus seguidores, porque este entusiasmo era algo que no podía faltar para avanzar. La historia misma ha sido escrita por entusiastas. Los momentos cumbre de la historia son como volcanes, formados por el fuego oculto que ardió dentro de personas destacadas.
 El apóstol Pablo era un hombre celoso, hasta el punto de ser señalado por la gente como alguien desquiciado. Su mea culpa era la siguiente: "Porque si estamos locos, es para Dios" (2 Co. 5:13). Su vida como creyente incluía viajes incansables, hambre continua, persecuciones, ataques, naufragios, encarcelamientos, y juicios que hubieran hecho que cualquier otra persona se diera por vencida. 
John Wesley era un hombre celoso. Recorrió más de 400,000 kilómetros a caballo, promediando 35 kilómetros por día durante cuarenta años; predicó 40,000 sermones, y produjo cientos de libros; además de saber diez idiomas. A los ochenta y tres años de edad, se molestaba por no poder escribir durante más de quince horas sin que le dolieran los ojos, y a la edad de ochenta y seis, se avergonzaba de no poder predicar más de dos veces al día. A menudo se quejaba en su diario de su creciente tendencia de quedarse acostado en la cama hasta las 5:30 de la mañana. C. T. Studd tenía un tremendo celo. Él escribió: "Algunos que quieren vivir escuchando las campanas de la iglesia. Yo quiero dirigir una tienda de rescate dentro de los establecimientos del infierno." El celo de Jim Elliot fue memorable. Se puede oír el palpitar de su corazón en sus meditaciones acerca del versículo, "hace a Sus ministros llama de fuego": ¿Soy inflamable? Dios líbrame del temido asbesto de las "otras cosas." Satúrame con el aceite del Espíritu, para que pueda arder. La llama es transitoria, y a menudo es de vida corta. ¿Es que no puedes soportar eso, alma mía - una vida corta? Dentro de mí habita el Espíritu de alguien Grande, quien vivió una vida corta, y cuyo celo por Dios consumió su ser. "Hazme Tu combustible, una llama de Dios."

 Nosotros deberíamos ser hombres y mujeres celosos. ¿Cómo podemos conformarnos luego de haber reconocido que Cristo es nuestro Señor, que murió por nosotros, y que ahí afuera existe un mundo que está muriendo sin esperanza? El mundo expresa gran celo en eventos deportivos y concentraciones políticas, de manera que podrían pagar precios exorbitantes para llenar enormes estadios, con el único fin de soportar grandes calores o fríos mientras observan grupos de hombres que contienden por un balón de cuero. O en el caso de las concentraciones políticas, gritan hasta perder la voz cuando oyen a sus candidatos ofrecerles promesas vacías. Si es posible que ellos se emocionen tanto en momentos de gloria transitoria e irrelevante, ¿cuánto más deberíamos hacerlo nosotros que conocemos lo eterno? Me gusta lo que el Obispo John Taylor declaró durante una Conferencia de Keswick algunos años: Jóvenes, sean tan radicales como quieran para Jesucristo, porque si ustedes no son entusiastas mientras son adolescentes o tienen veinte y tanto... ¡cuando tengan cuarenta ya estarán muy cargados! ¡Lo estarán! Francamente, preferiría correr el riesgo del "sobre-entusiasmo' que puede llegar a desviar, que soportar esa continua cautela que lleva a la tumba antes de que uno muera.85 Yo creo que si la Biblia es verdad, y nuestra redención es tan extraordinaria, los que en realidad están bien son los fanáticos de Jesús.

Tomado del libro: "El manual del discípulo" William MacDonald