Horacio A. Alonso, su llamamiento a la Gloria.


Iglesia Cristiana Evangélica - Cabrera 6022 Buenos Aires , Argentina
Horacio A. Alonso — su llamamiento a la Gloria. 

El 11 de enero de 1996, con las primeras luces del día el Señor llamaba a Su Presencia a nuestro muy amado hermano don Horacio Aníbal Alonso. Convertido a Cristo de joven, pronto pudo mostrar su interés por conocer más a su Señor y también el don que el Señor le había dado tanto para la predicación del Evangelio como para ministrar a los creyentes. Recordamos de aquellos primeros años sus enfoques claros del Evangelio y como buscaba en ellos exaltar la persona de Cristo.  Paralelamente estudiaba Ciencias Económicas, realizando una carrera brillante como funcionario del Banco Central de la República Argentina, donde llegó a la Gerencia General, que no quiso retener, manteniéndose como funcionario de carrera, sin ningún tipo de compromiso de orden político. Muchas veces represento a nuestro país en los foros internacionales de economía.  Al principio de su promoción jerárquica, fue enviado por dos años a Chile para su mejor preparación, donde por razones que no podemos precisar, se fue alejando del camino del Señor, alejamiento que duró unos trece años. Durante ese tiempo, algunos hermanos le visitábamos, especialmente don Ángel García que lo hacía de una manera regular, para no perder el compañerismo cristiano. Y ese contacto hizo que en el momento de prueba una enfermedad tumoral de su señora madre le hiciera recurrir a través de sus secretarios a los hermanos que nos habíamos mantenido más cerca, para pedir que orásemos por ella. Así lo hicimos, proponiéndole que se uniera a nosotros un día cada semana para orar por su madre. Un grupo de unos cinco o seis hermanos, amigos de su juventud, nos reunimos aquel primer miércoles memorable, para orar junto a él, quien tuvo la última oración: la del quebrantamiento. la del arrepentimiento sincero con muchas lágrimas, que marcó su regreso al Señor.  Fueron muchas las luchas que tuvo que librar pero algunos hermanos estuvimos cerca de él; uno de ellos salía de su oficina combinando con Horacio, a una hora determinada, para caminar unas cuadras a tomar un café y conversar de un tema único: El Señor, Su Palabra, Su Obra, el servicio para El y años después él mismo recordaba un consejo: "Mirá Horacio, el Señor cuando perdona, perdona y restaura totalmente y El quiere que dejes todo lo demás atrás y te dediques al servicio de Dios". Por la Gracia de Dios, El le dio victoria y nuestro hermano pudo producir además de su valioso servicio en la iglesia local y su ministerio de enseñanza internacionalmente apreciado y reconocido, solamente en diez años, una preciosa literatura para el mundo de habla hispana que otro escritor de vena invierte tal vez, toda una vida. Valgan como reconocimiento, las palabras que don Francisco Lacueva escribe en 1986 al iniciar su prólogo a lo que fue su primer tomo de “La Doctrina bíblica sobre la Cruz de Cristo”: "No conozco personalmente a Horacio A. Alonso ni he leído ningún otro libro suyo, pero éste que tengo ante mis ojos basta para acreditarle como teólogo bíblico de primerísima clase". Don Andrés G.Robertson, argentino que vivió muchos años en Londres, dijo el día de la presentación de ese mismo libro en el salón de Clie: "no hay en la lengua inglesa -donde hay profusión de literatura evangélica, un libro que desarrolle de este modo magistral, un tema fundamental como el de la Cruz de Cristo" Hermanos de Italia, que recientemente nos visitaron, nos confirmaron lo ya expresado en vida a Horacio que tienen el deseo de traducir sus libros a la lengua italiana.  


La Iglesia en calle Cabrera tiene una deuda de gratitud muy grande a nuestro hermano, pues no solo trabajo en la tarea espiritual, sino colaboró generosamente en ocasión de las ampliaciones del edificio. Y además porque nos deja el precioso legado de su valiosa Biblioteca como también una parte de sus bienes. Vale mencionar que está en nuestro corazón y nuestro proyecto, hacer asequible al pueblo de Dios en general. Este precioso material de consulta, pidiendo vuestras oraciones para que sea también un proyecto de Dios.  Localmente, hemos sufrido una pérdida muy grande y también lo ha sufrido la Iglesia del Señor en general. Horacio era un hombre de firmes convicciones que unía a la claridad de su pensamiento y expresión, la sencillez del hombre llano y bueno que podía alternar con gente ilustre como con los más simples, siendo todos igualmente sus amados hermanos. Cada reunión era para él una fiesta, especialmente la Cena del Señor y las reuniones de enseñanza en calle Brasil, donde disfrutaba realmente de la comunión con tantos hermanos. Siempre animaba a los jóvenes estimulándoles al estudio serio de la Palabra, pero su ejemplo y ministerio no ha sido en vano. Muchos han aprendido con él a amar y estudiar la Biblia y muchos en otras Iglesias también se han animado a encarar la enseñanza de La Biblia en forma sistemática. He visitado Iglesias en el interior que estudian usando como libro de texto, obras de la pluma de nuestro amado hermano. Y nos consolamos pensando que a pesar de estar nuestro hermano lleno de proyectos y nuevos libros que están en proceso de impresión y/o en revisión, sin duda el Señor de alguna manera le dijo: Bien, buen siervo Horacio, todos tus trabajos y proyectos son altamente positivos e importantes, pero aquí arriba está lo superlativo; ahora ha llegado ya el tiempo en que dejando tus esfuerzos tesoneros, tu trabajo y también tus sufrimientos aquí abajo, entres al incomparable gozo de la presencia del Señor, en la Casa del Padre.  Que el Señor de toda gracia y consolación, esté presente en Su Iglesia en los amados hermanos que de tantas maneras nos expresaron su pesar por la separación y a sus queridos familiares que en todo momento mostraron su amor y respeto por Horacio, por su fe, admirando su obra y deseando que todo se hiciera conforme nuestro hermano deseaba. 
Vaya para ellos todo nuestro afecto y las palabras de La Biblia: "Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios, considerad cuál haya sido el resultado de su conducta. e imitad su fe."                                                                                                                
                                                                            Enfi L.Garibotti