Walter T. Bevan- Testimonio- Audio

Walter T. Bevan nació el 2 de septiembre de 1900 en Swansea, una cuidad marítima de Gales y conoció al Señor a los dieciseis años en una capilla metodista. De inmediato se dedicó al estudio intensivo de las Sagradas Escrituras, consagró su vida a Dios, e inició sus actividades entre los niños, reuniones caseras y luego en todas las iglesias de la zona. Después de muchas oración, a los 30 años el Señor lo llamó a la obra misionera y puso su corazón sobre la Argentina, país al que arribó el 14 de octubre de 1930 y donde sirvió ininterrupidamente hasta el 18 de diciembre de 1995, cuando Cristo lo llamó a su presencia.
Fue un eximio evangelista y muchas almas se entregaron a Cristo como resultado de su predicación. sin embargo, por su gran contracción al estudio sobresalió por el discernimiento de la Palabra de Dios y la solidez de sus enseñanzas. Pasaba largo tiempo con su Biblia y tenía un claro dominio de los textos originales de ella. Sus sermones, siempre medulosos, fueron memorables por su originalidad y vehemencia , fruto de un análisis exhaustivo y serio de la Escritura. El señor Bevan poseía un alto concepto de la Majestad de la Palabra. Durante su extenso ministerio fue expositor ineludible de conferencias y reuniones de enseñanza.
Pero su labor no se limitó al púlpito, pues su obra literaria fue monumental, dirigió la revista "El sendero del Creyente", aportando un gran números de artículos y estudios. La publicación "Meditaciones" lo contó como colaborador más prolífico, pues escribió comentarios devocionales sobre todos los libros de la Biblia. Su comentario al libro de los Salmos, fruto de varios años de trabajo no ha sido superado entre los escritores en castellano por su actualidad y valor exegético y devocional.



La manera que contristamos el Espíritu es por el pecado cometido y el pecado permitido en la vida, por lo tanto la vida espiritual depende en gran parte del ajuste correcto, en lo que se refiere al problema del pecado en la vida diaria. El Espíritu mora en el creyente, transforma el creyente, y no obstante el creyente puede darle gran tristeza, y será tal ésta tristeza que el vocablo usado aquí es el mismo que leemos acerca de Cristo en Getsemani. Walter T. Bevan